Fuente: Blog XX Siglos (por David Yagüe)
Captura del documental Memorias de Sidi-Ifni. (YOUTUBE)
Juan Pastrana (Esparraguera, Barcelona, 1976) es Doctor
en Historia, autor de numerosas publicaciones sobre historia y miembro
de la Asociación Española de Historia Militar. En 2017 ha publicado Arde el desierto. La guerra de Ifni-Sáhara (Nowtilus),
donde relata los avatares de la última guerra colonial de España. En
este artículo, Pastrrana desgrana ese conflicto y el por qué de su
olvido por la sociedad española.
El olvido de Ifni
Por Juan Pastrana | Doctor en Historia
No es un secreto que en nuestro país existe un desconocimiento generalizado de la historia.
La priorización de las áreas científico-tecnológicas en los estudios, a
todos los niveles, ha conllevado un maltratamiento generalizado de las
ramas de Humanidades que se han traducido en auténticas lagunas de
conocimientos históricos. Y el caso de la guerra de Ifni-Sáhara no es
más que un ejemplo de ello.
Aunque este conflicto se produjo hace apenas sesenta años, ha caído completamente en el olvido.
La última guerra colonial española, impopular como muchos otros
conflictos a lo largo de la historia, ha sido víctima del olvido tanto
por voluntad de los poderes políticos como por el transcurrir del tiempo
y su escasa entidad. El conflicto fue lo que se conoció, en argot de la
Guerra Fría, como una guerra limitada, viéndose envueltos en ella tanto
Francia como España y grupos de guerrilleros de origen marroquí.
Los orígenes del conflicto siguen siendo, setenta años después,
confusos. A pesar de que la línea más o menos imperante en la
bibliografía española, escrita en su mayor parte por exmilitares con
importantes vínculos emocionales con Ifni y el Sáhara, no duda en
señalar como el culpable último al monarca Mohammed V, esta idea está siendo cuestionada en los últimos tiempos.
En especial, si atendemos a la complicada situación política interna
marroquí tras la independencia del país norteafricano en 1956. Esta
nueva línea argumental apuntaría hacia una explicación en que la guerra
no fue más que un medio de solventar la incógnita de quién dominaba
políticamente Marruecos: el sultán Mohammed V o políticos radicales como
Allal el-Fassi.
'Arde el desierto' de Juan Pastrana Piñero
El
conflicto se dilató en el tiempo casi un año y medio, si consideramos
como el estallido de las hostilidades los ataques del Ejército de
Liberación contra las fuerzas francesas en Mauritania en enero y febrero
de 1957. Tras el fracaso de dicha ofensiva, que perseguía el
establecimiento del Gran Marruecos, las fuerzas irregulares marroquíes volvieron sus miras hacia las posiciones coloniales españolas,
que empezaron a sufrir sus ataques, intermitentes, desde el mes de
junio de ese mismo año. Una alianza francoespañola pondría fin a la
aventura de los guerrilleros en junio de 1958, aunque no sin que antes
España perdiese la práctica totalidad del territorio de Ifni. Más de
millar de españoles serían víctimas del conflicto, entre muertos heridos
y desaparecidos, pero, a diferencia de otros conflictos, fueron
rápidamente olvidados por aquellas autoridades políticas que les
exigieron su sangre para defender un imperio colonial cuyo ocaso
definitivo se acercaba a pasos agigantados.
La guerra fue rápidamente desterrada de la memoria colectiva de la España franquista,
ya que no tenía cabida en los argumentos internacionales del régimen.
El general Franco y, especialmente, su valido el Almirante Carrero
Blanco, mantenían un discurso oficial en el que se resaltaban las
excelentes relaciones de España con el mundo árabe y, en particular, con
Marruecos y su Sultán, al que Franco no dudó en calificar, en diversas
ocasiones como su hermano. La flagrante contradicción que suponía el
choque armado con esta línea argumental fue, pues, cautelosamente
tapada, atribuyéndose a bandas incontroladas y retomando la línea
discursiva antes incluso de que se acallase el sonido de los disparos
de fusil en África. Y, como no, junto a estas bandas incontroladas,
se responsabilizó de la desestabilización de la zona a una mano negra
comunista, otro de los demonios del franquismo, que veía conspiraciones
internacionales por todos lados, destinadas a acabar con el régimen
instaurado en España tras la Guerra Civil.
Para muchas familias de caídos en las ardientes arenas de los
desiertos africanos, esta eliminación de lo acaecido entre 1957 y 1958
supuso una auténtica pesadilla. El silencio oficial impuesto
tras la finalización del conflicto llegó a traducirse en una absoluta
falta de respuesta sobre el destino de los fallecidos; así, dos años
después de la guerra, se seguían recibiendo cartas en diversos
ministerios preguntando por el destino de hijos, hermanos o padres,
hasta tal punto que fue necesaria una instrucción desde el Estado Mayor
Central ordenando dar respuesta a estas demandas, que el
silencio administrativo traducía en un alargamiento del sufrimiento por
el destino de unos seres queridos cuyos restos mortales permanecieron en
tierras africanas, en algún caso, hasta 1969, en que fueron
trasladados a las Islas Canarias tras la cesión a Marruecos de lo que
quedaba de Ifni en manos españolas. Merece particular comentario el
hecho de que cuando algunas familias plantearon su derecho a recuperar
los restos mortales de los caídos para darles sepultura en sus
poblaciones de origen, se les comunicó que podían hacerlo, pero que
debían asumir ellos el coste del traslado. Ante la agitación y las
protestas que generó este planteamiento se tuvo que dar marcha atrás,
asumiendo el Estado los costes derivados de dicho traslado. Como decía
un padre de un quinto caído en Ifni: “A mí no me pidieron permiso
para llevarse a mi hijo, y ahora quieren que pague para que pueda
descansar en su pueblo”. No es más que una pequeña muestra de la
indignación por el trato recibido por aquellos a los que se ordenó
entregar su vida por mantener un ya caduco sueño colonial.
El tema de la guerra de Ifni cayó, como hemos dicho, rápidamente en
el olvido, hasta que en 2013, para sorpresa de muchos que ni tan
siquiera sabían que dicho conflicto se había producido, un
diputado de la ya extinta Convergència i Unió presentó en el Congreso de
los Diputados la necesidad de un reconocimiento oficial a los veteranos
de la guerra. A partir de entonces, las diversas asociaciones
de excombatientes han llevado a cabo toda una serie de campañas
mediáticas destinadas a recuperar la memoria histórica del último
conflicto militar español, aunque su éxito, a tenor del grado de
desconocimiento que sigue existiendo en la sociedad española sobre esta
guerra, no ha dejado de ser relativo. Será necesario, pues, seguir
tratando de recuperar para las presentes y futuras generaciones ese
episodio de nuestra historia reciente que ha ganado, con creces, el
apelativo de la Guerra desconocida.
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