Sesenta Años después: Muere Adolfo Cano Ruiz, excombatiente de la
Guerra de Ifni y primer presidente de la Asociación de Veteranos de Ifni
del Levante Español (AVILE)
Sesenta años son los que, exactamente,
han transcurridos desde que el 23 de Noviembre de 1957 Marruecos atacó
alevosamente nuestras colonias en Ifni-Sahara, aquellos territorios que
se denominaron el África Occidental Española (A.O.E.), dando lugar a la
conocida como “Guerra Ignorada” que marcaría para siempre a los soldados
de reemplazo obligatorio que sobrevivieron a la contienda en la que
hubo muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos jamás encontrados.
Ayer domingo 26 de Noviembre de 2017 se nos fue, para siempre, uno de
aquellos soldados, el Tirador de Ifni ADOLFO CANO RUIZ que arrastró toda
su vida la secuela sicológica de haber matado a un “enemigo” al lanzar
un par de bombas dentro de la cueva donde se escondía y desde la que
había tiroteado a la retaguardia de la 23ª compañía (la suya) del IV
Tabor que, tras liberar T’Zelata y Tilliun retrocedía sobre Sidi Ifni
con los españoles sitiado. Adolfo era solo un joven de 21 años sin
preparación para tan duras y repentinas circunstancias bélicas que le
convirtieron en una especie de “fiera” (como él decía), hasta el punto
de que al entrar en la cueva, para comprobar si el moro estaba muerto,
se apoderó de un macuto conteniendo un pan que devoró glotonamente (con
el tirador que le acompañaba) pues hacía dos días que no habían comido
nada…
Adolfo luciendo orgulloso la medalla que le regalaron sus compañeros.
(Foto: archivo personal de Manuel Jorques Ortiz)
Ayer domingo 26 de Noviembre de 2017 se
nos fue, para siempre, uno de aquellos soldados, el Tirador de Ifni
ADOLFO CANO RUIZ que arrastró toda su vida la secuela sicológica de
haber matado a un “enemigo” al lanzar un par de bombas dentro de la
cueva donde se escondía y desde la que había tiroteado a la retaguardia
de la 23ª compañía (la suya) del IV Tabor que, tras liberar T’Zelata y
Tilliun retrocedía sobre Sidi Ifni con los españoles sitiado. Adolfo era
solo un joven de 21 años sin preparación para tan duras y repentinas
circunstancias bélicas que le convirtieron en una especie de “fiera”
(como él decía), hasta el punto de que al entrar en la cueva, para
comprobar si el moro estaba muerto, se apoderó de un macuto conteniendo
un pan que devoró glotonamente (con el tirador que le acompañaba) pues
hacía dos días que no habían comido nada…
El estrés, los recuerdos, la mala
alimentación y no se sabe muy buen qué más lo sumieron, después de ser
licenciado en Junio de 1958, en una extraña enfermedad que acabó con
toda su dentadura (la llevaba postiza desde los 25 años de edad) y se
fue de una España (del Gobierno de entonces) que no reconoció sus
sufrimientos, que no tuvo “una sola palabra amable” para los veteranos
de guerra, marchando al “exilio laboral” (como tantos otros) a Francia,
país en el que durante largos años desarrolló su oficio de maestro
relojero. Regresó a España pero no a su Valencia natal sino, por motivos
familiares, a Alicante, en donde el pueblo de El Campello le acogió con
su esposa e hijas y en el que montó su taller de relojería; trabajó
hasta que la salud le obligó a jubilarse de autónomo y con la pensión
que recibía de Francia y la de aquí fue (expresión muy suya) “tirando
para adelante”.
Adolfo siempre mantuvo con nosotros, sus
amigos, que por “terapia de salud mental” había olvidado todo lo
relativo a su mili y a la guerra; los recuerdos le vinieron de golpe a
la cabeza cuando, como reunión previa a la constitución legal de AVILE,
se hizo una comida en “su pueblo” (El Campello) a la que acudieron más
de sesenta compañeros. Desde ese momento fue desgranando sus vivencias
en numerosos escritos, publicó un par de libros y se convirtió en uno de
los mayores conocedores del tema de Ifni, tanto en su vertiente
histórica, geográfica o política, como en la meramente militar-bélica y,
muy especialmente, en su reivindicación de los soldados muertos y
abandonados para festín de los chacales que siempre figuraron como
“desaparecidos” en las listas oficiales.
Fue el primer presidente de AVILE por
indiscutibles méritos propios y la primera providencia que llevó a cabo
la Junta Directiva fue comprarle la medalla (física) de la Campaña
Ifni-Sahara (solo la tenía en “papel”) e imponérsela en un acto íntimo,
supliendo la dejación (por no decir el desprecio) del Gobierno que se la
otorgó.
Como hemos dicho al inicio de estas
líneas, se nos ha ido para siempre el amigo, el compañero, el ameno e
inquieto conversador con el que tantas horas hemos compartido… Pese a
sus tibiezas religiosas (que no tenía rubor en confesar) como hombre de
bien, como buena persona, seguro que estará en el pelotón de los Justos
y, dentro de él, entre los que han sufrido por defender a esa madre
patria (madrastra en su caso) con las armas en la mano que le tienen que
conferir el Honor Relevante de formar “Guardia de Honor” con sus
compañeros Tiradores que le han precedido en el viaje hacia la
eternidad.
El sábado 30 de Septiembre acudió Adolfo
(no faltaba nunca) a la comida de hermandad de AVILE y, pese a su
estado de salud, fue tan ameno, dicharachero y amigable como si no
“tuviera nada”.
Adolfo (con gafas oscuras) el 30/09/2017.
(Foto: archivo personal de M. Jorques)
Adiós querido amigo y compañero. Guárdanos un lugar a tu lado en el “Sitio de Privilegio” en el que seguro debes estar ya, pues méritos para ello te sobran.
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