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Eduardo Tauler Ruiz
Hace años que entré en relación con
EDUARDO TAULER RUIZ que subsistió hasta su prematuro fallecimiento; nos
unió una especial química y el hecho de haber servido ambos en el Grupo
de Policía de Ifni, él cuatro años después que yo. Había nacido Eduardo
en San Antonio de Calonge (Gerona), lo que hoy llamamos la "Cataluña
profunda" que ha dado frutos de la cascara amarga (tipo Puigdemont),
aunque la de Tauler era suave, dulce y muy española, identidad que había
asumido profundamente durante los muchos años de trabajar por Europa.
Su vida "civil" que publicamos hace tiempo en la Web de El Rincón de
Sidi Ifni y AVILE, bajo el título de "Recuerdos y vivencias de un
policía de Ifni" son un vivo exponente de su superación profesional. Voy
a dar unas pocas pinceladas antes de entrar en la mili propiamente
dicha: "Eduardo que, como hemos dicho, nació en Sant Antoni de Calonge,
en el año 1.943, cursó el bachiller elemental y se aplicó en el idioma
francés desde los 12 a los 15 años pues su vocación era la de ser un
camarero de "alto nivel", para lo que desde que cumplió los 10, en los
veranos, hacía sus pinitos como chaval-camarero en el casino-café de su
pueblo (por entonces aún no había turismo) con lo que empezó a conocer y
tratar al público.
Tauler, de paisano
(archivo personal de M. Jorques)
Al cumplir los 15 años ya entró a
trabajar en un hotel y con 17 un director de U.B.S. de Lausana le
preguntó si le interesaría aprender el oficio en Suiza, y para el país
helvético se marchó con un contrato de "stangiere" en el hotel Lausanne
Palace, del que salió (dos años después), con solo 19, como "demi-chef
de rang", el más joven que había habido hasta entonces. Estudió alemán e
inglés en la escuela Benedictine, mientras que el italiano lo aprendió
de los casi 150 italianos que había trabajado en el hotel.
En ese hotel, en el que Eduardo era el
único español, el hoy rey Juan Carlos I se prometió en la sala Richemond
con la princesa Sofía de Grecia, y cada quince días iba la ex reina
Victoria Eugenia, a la que la nobleza europea (las damas rodilla en
tierra y los caballeros con una cortés inclinación de cabeza) le rendían
pleitesía. Allí aprendí mucho en las clases que nos daban cada tarde,
añade Eduardo, pero con el trabajo solo se sacaba para sus gastos.
Cambió de hotel y va al hotel Au Domino
en Rolle VD, pequeño establecimiento, tipo castillo, al borde del lago
Leman, donde conoce a las celebridades que por allí pasan, obteniendo la
firma autógrafa de Edi Fischer, Richard Burton, Liz Taylor, Yul Briner,
Sofía Loren, Peter Ustinov, David Niven, James Mason y un largo
etcétera, recordando por ser todavía personaje actual, que por allí
rondaba la madre de Tita Cervera exhibiendo a la recién miss mundo, como
si la llevara de "pastoreo". Bueno, tú ya entiendes lo que quiero
decir, añade irónicamente.
Los inviernos iba a Arosa, al hotel
Kulm, en calidad de medio jefe de rango, "frac" de rigor, guantes
blancos, desfiles de gala cada semana de Ninna Ricci y Cristian Dior,
orquesta de profesores "Hazzy Osterwald Sextet", lugar frecuentado por
los Von Krupp y muchos millonarios alemanes y en primavera regresaba al
"Au Domino" pero ascendido a jefe de rango y reemplazante de maître y,
cumplidos los veintiún años (la mayoría de edad entonces), siguió en ese
puesto hasta febrero del 1965 en que regresó a España ya que tenía que
hacer la "mili".
Desde aquel ambiente de refinamiento y
del contacto diario con la nobleza de sangre europea y los
archimillonarios, al llegar a su casa le dicen que le ha tocado IFNI (a
buscar en un mapa para saber dónde para ese sitio) y que se irá en el
tercer reemplazo, mientras que a un primo hermano le ha tocado el primer
reemplazo y también al Grupo de Policía de Ifni, por lo que volvió a
Suiza y durante el verano ejerció por primera vez de director de hotel,
cargo que después de la mili lo desempeñó durante diecisiete años más.
Es obvio que durante este tiempo aprendió la disciplina hotelera suiza,
mucho más fuerte que la militar española, aunque le hiciese llorar.
Su primo Jaume, el del primer reemplazo,
le escribió contándole que hizo el Campamento de Reclutas con el
Sargento Rey y, como que era "fofo", perdió 18 kg durante el periodo de
instrucción, teniendo que ser ingresado en el hospital por una hernia,
que se le complicó al ser alérgico a los antibióticos... (Como verás, me
dice, las noticias no eran para echar cohetes). No obstante, después,
como que era profesional carrocero de la EBRO, entró en la compañía
"Mixta" de la Policía que mandaba el capitán Atienza Vega, llegando a
ser "Policía 1ª y Jefe de Taller". Jaume, que en esos seis meses de
"mili" conocía a todos los Jefes y Mandos, fue preparando su llegada ¡mi
primo habla idiomas!, ¡mi primo aquí y mi primo allí!, de tal forma que
cuando llegó en el mes de octubre se encontró a Grau (Cabo furriel del
campamento que después se casaría con la hija del Teniente Coronel Mena)
así como a que todos los instructores veteranos (Bazán, Piedra...),
eran del reemplazo de su primo Jaume.
Tauler, de policía
(archivo personal de M. Jorques)
El camino parecía estar allanado y, si
tenía suerte (según le dijeron) estaba predestinado a ser el del
"Aeropuerto". De momento, el cabo Grau le informó que pasaba a ser "su
secretario" para las tareas del campamento en que pudiera ayudarlo,
tareas que no supo en que consistían pero que le hizo ir ilusionado
hacia el lugar donde estaba el campamento (cerca de la ciudad, al lado
del Matadero Municipal, en una planicie sobre el acantilado sobre el
océano)
Estando en el campamento recuerda que el
día en que se celebró la llegada del nuevo general (Don Marino Trovo
Larrasquito), fueron a buscar a todos los que sabían hacer de camareros y
se apuntamos tres o cuatro. Les trajeron las chaquetillas para que se
las probaran, lavaran y plancharan; eran de tallas normales aunque para
la suya fueran pequeñas (sobre todo de mangas) ya que su estatura
entonces era 1,96 metros, y (dice entre risas) no se le ocurrió otra
cosa que coserse unas mangas postizas confeccionadas con los
calzoncillos de reglamento que aún no había estrenado... Confiesa
Eduardo que no era un modelo Dior, pero salió del paso, gracias a que
por estos mundos había aprendido a coser, lavar, zurcir, almidonar
cuellos, pecherines, puños y camisas etc. etc.
Al día siguiente, temprano, se
presentaron en el Casino de Oficiales, morenos, con el pelo
reglamentario y más "pegaos", como se dice, que nadie. Al primero que se
encuentra Eduardo, una vez instalado en su profesión, es a un
legionario montando la mesa principal: lo mira y le pregunta, ¿tú eres
camarero? ¡Pero no ves lo que estás haciendo! ¡Una, las flores!, quiero
que me las pongas formando los colores de la Bandera frente al sitio de
honor, y después un clavel rojo, otro amarillo así, estirados decorando
la mesa... Y a continuación: ¡dónde vas con estos cubiertos!, ¿Es que no
tenéis "blanco de España"? ¡Hay que fregarlos, que están amarillos! El
legionario se excusó diciendo que no tenían, a lo que Tauler, ya en plan
de "director de hotel" con latiguillo militar le contesta que no le
valía la excusa, pues con el barrillo fino de las macetas de flores los
podía limpiar y se lo ¡hizo limpiar! mientras él arreglaba la mesa.
En ese menesteroso trajín (Eduardo de
jefe y el legionario de "pinche") entró el capitán Cuevas (Don Emilio
Cuevas Puente) y le pregunta al legionario: CAPITAN, ¿qué tal te van los
ayudantes que te he mandado? En ese momento (amigo Jorques) si me
pinchan no me encuentran una gota de sangre; quise fundirme. El
legionario no llevaba galones ni plaquetas que lo identificara y lo
había confundido con un soldado raso, tratándolo de tú a tú, pero con
tono de superioridad. Y cuando el capitán legionario contestó: mira,
aquí me tienes; este recluta me tiene arrestado fregando cubiertos. El
capitán Cuevas le miró con su típica sonrisa (mitad cachondeo, mitad que
te la pego), pero al final del banquete fueron felicitados y este fue
su primer contacto con los oficiales y jefes. Por cierto, añade Eduardo,
que aquel capitán legionario dejó los cubiertos limpios y brillantes
como una patena.
Estando ya instalados en la Compañía
Local, recuerda Eduardo, que llevaban los rombos en el uniforme de color
azul marino oscuro; decían que era para que todo el mundo supiera que
para dar "leña" no se lo pensaban dos veces. Personalmente solo vio una
actuación violenta en ocasión de salir de pareja con un gallego
veterano, cuando en un local situado frente a la Mezquita había un
policía nativo que estaba "trompa" y al llamarle la atención el moro lo
agredió cogiéndolo por las trinchas; el compañero, ni corto ni perezoso,
sacó su defensa y al primer golpe le cayeron al nativo un par diente o
tres y no pasó nada más. Desde luego, reflexiona Eduardo, ese gallego
era muy convincente; era el jefe de pareja y tenía que hacerlo pues le
habían intentado agredir.
De estos servicios como policía recuerda
que una noche en la calle de la Mezquita, al fondo del todo, los bares
tenían que cerrar a las 11 de la noche, pero allí había un portal de
madera en cuyo interior sabían que era un bar y como ya pasaba de la una
de la madrugada su compañero, el gallego, miró por el ojo de la
cerradura, desenfundó la pistola y le dijo ¡desenfunda y cúbreme!
Montaron las armas y de dos patadas en la puerta (como en las películas)
se abrió y dentro estaban los "clientes"... Un teniente de la Legión,
un cabo indígena de la Policía, otro policía indígena y el que regentaba
el bar que cree era también era otro policía nativo. Todos quedaron
sorprendidos y el Teniente que les decía ¡chavales, que os la jugáis! y
lo repetía, pero ellos replicaban que a horas prohibidas estaban
bebiendo y fumando hierba, así que "el gallego" (¡menudo era!) les dijo:
¡esto se lo cuentan al Oficial de Guardia! Así que cerraron el local y,
uno detrás del otro, hasta el Retén de la Local a esperar al Oficial de
turno. No sabe cómo acabó, pero no escuchó ningún comentario al
respecto en los días siguientes.
Estando cavando para construir una zanja
(no lo debía hacer demasiado bien) y comprobar que todos le estaban
mirando, se apercibió que allí enfrente estaban el capitán Cuevas, el
Sargento 1º y otro sargento. Los miró sorprendido enseñándoles las manos
a su requerimiento y el capitán le preguntó que cual era su profesión
(con tanta soldadesca era imposible que se acordara del "incidente del
Casino de Oficiales), y al contestarle que era director de hotel y que
estaba en la compañía esperando el destino del "aeropuerto",
inmediatamente les dijo a los sargentos que me relevasen de mis
funciones. Como ya verás más adelante –añade– los cinco muchachos del
Capitán éramos de Servicios Especiales e intocables, 4 catalanes y un
valenciano.
Escarbando en los recuerdos de aquellos
tiempos, dice Eduardo que continúa teniendo presente un día en que se
hallaba de retén en la compañía y llamaron por teléfono, diciendo que un
nativo se estaba ahogando y que había sido presa de las olas en su
resaca. Al momento salieron con el jeep el cabo 1ª, el chofer y cuatro
números, bajando por "Marina" y al llegar vieron el cuerpo en la playa y
la mar embravecida, teniendo que esperar a que la ola se retirase para
entrar con el jeep a toda "pastilla", saltando dos de los policías,
agarrando el cuerpo y casi tirándolo dentro y subiendo al unísono, sin
pensarlo, vio que estaba vivo y sin decir nada ni pensarlo empezó a
practicarle la respiración artificial boca a boca y masaje cardíaco
hasta que en el jeep llegaron al Hospital; allí mismo lo pusieron sobre
el banco de la entrada. El Capitán Médico le dijo que prosiguiera con
las maniobras, que lo hacía bien. El joven nativo sacó hasta su primera
papilla. Le había salvado la vida. Hoy, añade Eduardo, ¡volvería a
hacerlo!
El carnet de identidad de “Servicios Especiales”
Ahora solo me falta contarte –añade– el
día que el teniente Santamaría – cree que era el yerno del Teniente
Coronel Mena– les hizo formar en el patio de la Local para preguntarles
por sus respectivas habilidades profesionales, con el fin de repartir
destinos: A la voz de ¡electricistas! ¡Yo, yo!, ¡albañiles! ¡Yo, yo!
¡IDIOMAS! (repercutía en el destino al Aeropuerto): un madrileño levantó
la mano y Eduardo también. El teniente le pregunto al madrileño cuantos
hablaba a lo que le respondió: francés, alemán, inglés, italiano y
castellano. Mi teniente, le contesto Eduardo a su pregunta: Yo, inglés,
francés, alemán, italiano, castellano y catalán. El teniente Santamaría
le dijo que no sería tanto, a lo que Eduardo le contestó (con aquello
que ponen las gallinas) ¡cuando quiera, puede usted comprobarlo! Y, ¡se
ganó el destino! ¡Servicios especiales!
Dice que se había olvidado contarme que
al segundo día de Campamento conocieron al Tte. Tejedor, que le dijo que
tenía que darle clases de francés, que empezarían un día de estos;
nunca empezaron, pero un día cuando ya ocupaba su destino, por la
frontera, nadie sabe cómo, entró un Volkswagen escarabajo con 4 alemanes
y un jamón serrano... (Sí, decían que la carretera de Marruecos-Agadir
estaba minada), la cuestión es que al día siguiente el Tte. Tejedor como
oficial de semana, el chofer y Eduardo como intérprete fueron a
devolver a los alemanes a la frontera, YYYYYYY.... pasaron la 1ª línea,
la 2ª línea, hasta llegar a la tercera, donde se encontraron con un
soldado marroquí que se afeitaba en un montículo, con el espejo clavado
en un palo. El Tte. Tejedor, en un francés más que correcto, les dijo
que allí se los dejaba. Me parece, dice Eduardo, que lo único que dijo
fue "Salahm-Alaikum". ¡Vivir para aprender!
De este servicio militar tan atípico que
el director de hotel suizo estaba realizando, le viene a la memoria las
fiestas de la Virgen del Pino de aquel año, para cuando regocijo de
todos acudió la trapecista canaria "Pinito de Oro". El teniente Armendia
le pidió a Eduardo que fuese el encargado-relaciones públicas de la
caseta de la Policía. Sus compañeros hicieron de barman. Tenía todas las
mesas reservadas, por si las moscas: una para el Gobernador Militar,
don Marino, y otras para diferentes compromisos, cuando llegó un señor
con su familia y se sentó en una de las mejores mesas. Eduardo, ni corto
ni perezoso, fue hacia él y le dijo que aquella mesa estaba reservada, a
lo que con tono de guasa le espetó "Chaval aquí no hay ningún cartel
que ponga reservado" (Eduardo sabía que aquel señor de paisano era el
comandante Cesar, el terror de los soldados de Tiradores) y no obstante
le contestó que cuando llegase el General para ocupar aquella mesa que
se lo dijese a él eso de que no estaba reservada. Se levantó le pidió
donde sentarme, le dio otra mesa y en paz. En esa mesa hizo sentar a un
cabo 1º de la Legión con su familia; el General tenía otra mesa
reservada y el teniente Armendia recibía la felicitación del comandante
Cesar por haber puesto a un chaval con carácter, ¡sí señor!, y a Eduardo
también le felicitaron.
En el campamento le habían sacado una
verruga de la cabeza un teniente Médico (catalán); le puso primero un
hilo de seda para secarla, después como que le saltaba el hilo se la
cortó a tijerazo limpio, le puso una gasa y un esparadrapo por lo que
estuvo unos días sin cortarme el pelo, cosa que en una de las revisiones
que hizo al campamento se lo comentó al teniente Tejedor. Más tarde en
una de las misiones que me encomendó el teniente San José, una vez
resuelta, el Teniente Coronel Mena le hizo formar con uniforme en el
patio de la Local con toda la compañía, le hizo dar un paso al frente,
le felicitó, le dio quinientas pesetas de las de entonces y le dijo lo
siguiente: "EL POLICIA SIEMPRE ESTA DE SERVICIO, PERO LOS BUENOS
SERVICIOS SIEMPRE SE PREMIAN". Reconoce haberse sentido satisfecho y
orgulloso.
Un día pasó un mal trago con un
encarguito que le dieron sus superiores. Fue algo especial, tan especial
que, a pesar de los años transcurridos, no puede contar. La cuestión es
que durante el "trabajito" tenía Eduardo que tratar al General Marino
Trovo y al Capitán Rascón y a los demás personajes invitados, de forma
informal, de Tú, como si hubieran "comido fideos" juntos toda la vida;
así lo hizo, pero siempre dentro de una discreta distancia.
Como se había incorporado a su destino
el día cinco de noviembre de 1965, el día 6 de noviembre de 1966 (un año
y un día, como dirían los Juristas) el General Militar don Marino Trovo
Larrasquito le citó en Palacio a las 10 de la mañana por mediación de
su Capitán Jefe del Grupo, Don Luis García Rascón, (E.P.D.) y le
comunicó don Marino, que había llegado a sus oídos que le haría ilusión
marcharse con permiso indefinido, le preguntó que cuando, y la respuesta
fue contundente ¡HOY! Hombre Eduardo, dijo el General, hoy, hoy, y
jugándose el físico le replicó: si S.E. no logra que me marche hoy, no
lo logra nadie. Don Marino sin titubear: Vete a ver al Secretario
General y que te dé el permiso ¡ah! gracias por todo y buen viaje.
Cuando Eduardo se lo dijo al Secretario
General no se lo creía, por lo que telefoneó al General, y acto seguido,
de golpe, se puso firmes, diciendo ¡si mi General! ¡A sus órdenes mi
General! Acto seguido le dijo, toma chaval toma, aquí tienes este
permiso y perdona.
Nos parece que no necesitamos
extendernos más para que quede claro el grado de integración y
reconocimiento de los mandos superiores a Eduardo Tauler y los demás
catalanes que servían en la Policía; y la discreción que mantuvo con
nosotros durante las largas charlas en las que no nos contó diversos
secretos de los "servicios especiales" en los que anduvo metido.
El extensísimo relato fue iniciado en
Estartit (pueblo de la provincia de Gerona de unos 3.000 habitantes) el 9
de febrero de 2.012 y concluido cuando estaba finalizado 2.013. Eduardo
no lo pudo leer para "pulirlo", ampliarlo y complementarlo con los
recuerdos de su primo Jaume (el de la Mixta) en la reunión-comida que
habíamos programado para la primavera de 2014, en el restaurante
familiar que había montado en ese turístico pueblo de la Costa Brava,
cuando se retiró como director de hotel en Suiza, donde tantos años
pasó. Un tumor cerebral se interpuso en su camino y en pocas semanas se
"nos fue" para siempre. La última vez que me llamó por teléfono fue para
decirme que se iba al hospital; que no se encontraba muy bien; qué ya
me llamaría otro día... No volvió a salir.
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