Fuente: El Faro de Ceuta
La Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58. “Este batallón tuvo una destacada
actuación, como así lo corrobora el documento secreto de la 3ª Sección
de Estado Mayor de las Fuerzas Militares del África Occidental española”
El texto del artículo no es fruto de algún exaltado. Se trata del
sentimiento de un cabo de Infantería, Eduardo Guerrero Fernández, del
Batallón Expedicionario Pavía 19. Cuando el buque Virgen de África
partía del puerto de Algeciras con el mencionado batallón, con destino a
Ifni, el citado cabo, al tiempo que el buque enfilaba el estrecho de
Gibraltar, y, previniendo que el destino era un lugar con una guerra,
pudiese suceder que fuese el último adiós, este cabo, que era cantante,
con su potente voz entonó las estrofas de “… Adiós, mi España querida…”.
Aquellos 730 soldados no pudieron evitar que por sus mejillas cayeran unas lágrimas.
El Virgen de África.
De San Roque a Canarias
La madrugada del 27 de
noviembre de 1957 no era un día cualquiera, era un movimiento constante
en las compañías del regimiento de Infantería Pavía 19. En el patio del
cuartel se procedía al recuento del armamento individual y municiones,
así como pertrechos los 730 soldados y sus mandos formaban en el patio
de dicho cuartel y les pasaba revista el comandante-jefe, Justo Grande
Durán, un jefe que tenía el valor acreditado, cuando en la pasada guerra
había tenido el mando de un Tabor de Regulares.
Aquellos
jóvenes soldados mostraban gestos de preocupación, aunque la mayor
parte expresaba risas, bromas y caras alegres, aunque, como dice el
refranero español, “la procesión iba por dentro”, ya que todos
adivinaban que el embarque en el buque Virgen de África no era para un
viaje de placer, y nada menos que en el mismo buque embarcaba otro
batallón de Infantería, el Extremadura 15, con guarnición en Algeciras
(Cádiz), y que con la tropa embarcaban vehículos y armamento pesado y
ligero.
El 29 de noviembre de 1957 el Virgen de
África arribaba al puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, y al
día siguiente el mencionado buque arribaba frente a las costas de Sidi
Ifni, y desembarcando a través de redes subían en los célebres cárabos,
especie de lanchas, no tardaban mucho, aquellos 730 soldados del
batallón Pavía pisaban tierra de Ifni.
Lo que jamás
se imaginaban aquellos soldados del Pavía era que iban a ser
protagonistas de lo que es la verdadera guerra, con el agravante de que
estos jóvenes soldados apenas habían sido instruidos para lo que tenían
que enfrentarse, un enemigo escurridizo, traidor, que no da la cara, que
aprovecha el momento oportuno para atacar por la espalda, y
especialmente sorprender por la noche, como así sucedió, que un soldado
de este batallón que estaba de centinela, cuando fueron a relevarlo lo
encontraron degollado.
Hay más que pruebas suficientes de cómo es este enemigo.
Difícil
de combatir, porque en su haber tiene todas las de ganar: conoce el
territorio como la palma de la mano, se camufla muy hábilmente, hasta el
caso de que se enterraban en la arena y respirando con una caña
esperaban el momento oportuno para atacar la mayor parte de las veces
por la espalda.
El mes más notorio de estos ataques
fue el combate de Edchera, a la XIII Bandera de La Legión, la tirotearon
desde las paredes de una Saguia, provocando que una compañía saliera
atacando desde donde provenían dichos disparos.
Una
vez que la tuvieron a la compañía en el cauce de la Saguia, los cercaron
desde donde estaban ocultos. Es la táctica de esta clase de enemigos.
Un Pavarotti en el ‘Virgen de Africa’
Eduardo
Guerrero Fernández era cabo del Batallón Pavía 19, perteneciente a la
Segunda compañía de dicho batallón, y cuentan compañeros suyos que su
voz era potente, ya que convivían en San Roque (Cádiz), que los mismos
afirman que su voz era como un torrente, ya que actuaba en una orquesta
como vocalista, era una voz cuidada y que daba gusto oírle.
Era
el 27 de noviembre de 1957, cuando aquel Batallón Pavía 19 embarcaba en
el puerto de Algeciras, en el buque Virgen de África junto con el
batallón, también de Infantería, Extremadura 15, que su destino era El
Aaiún.
Allí en el puerto los despedían centenares de
familias, amigos y público en general, donde había sollozos, lágrimas
fundiéndose en abrazos, mientras la banda de música del Regimiento no
cesaba de entonar marchas militares. Las madres y novias se aferraban
llorando a sus hijos que iban a un destino incierto, ya que era vox
populi que en los territorios de África Occidental española había una
guerra silenciosa, pero guerra que costaba muertos y heridos.
Aquellas
miradas de madres, esposas, novias y público veían cómo embarcaban
vehículos, impedimenta. Poco después, cuando el Virgen de África soltaba
amarras y enfilaba el océano Atlántico y se alejaba de Algeciras, sin
pensárselo, el cabo Eduardo Guerrero Fernández se subió a uno de los
palos del Virgen de África y con su potente voz entonó aquellas estrofas
de la inolvidable canción “… Adiós, mi España querida…”.
Recuerdan
sus compañeros hoy, después de más de medio siglo, que al oír aquella
canción de este Pavarotti, no pudieron contener el recogerse llorando,
porque pensaban que el destino de alguno pudiese suceder, como así fue,
que no volverían a su acuartelamiento de San Roque.
Este
batallón tuvo una destacada actuación, como así lo corrobora el
documento secreto de la 3a Sección de Estado Mayor de las Fuerzas
Militares del África Occidental española, que en la Orden General de
Operaciones, del 11 de marzo de 1958, dice así: “… En mi cuartel general
de Sidi Ifni, a las 18.30 horas, del 11 de marzo de 1958..”. Idea de la
Maniobra. Centro de Resistencia A. Medios. Entre otras unidades, un
pelotón de cañones sin retroceso del Batallón Pavía 19. Ocupar y
organizar y defender de englobar un Centro de Resistencia, cuyo
comportamiento en esta y otras operaciones fue más que ejemplar, que
mereció felicitaciones del Mando.
El cabo Eduardo
Guerrero Fernández tuvo razón con aquella canción que entonó de “Adiós,
mi España querida”, pues para algunos compañeros fue el último adiós. El
teniente de Complemento Santiago Cristos Astray, el 18 de diciembre de
1957, encontró la gloriosa muerte en combate contra el enemigo; el
soldado Juan Fuentes Orduño moría en combate el 8 de diciembre de 1957; y
por último, Miguel Simón Abril también entregaba su vida en combate.
Citar que el soldado Juan Fuentes Orduño, cuando se encontraba de
centinela en una posición, en horas de la noche fue sorprendido por el
enemigo, que le causó la muerte de forma sigilosa degollándole. Cuando
fueron a relevarle lo encontraron sin vida, le habían seccionado la
yugular con la terrible gumía.
Hoy, tras más de medio siglo,
al cabo Eduardo Guerrero Fernández, cuando rememora estos hechos y su
canción, se le saltan las lágrimas cuando recuerda “Adiós, mi España
querida” (de la canción Mi España).
Cada uno puede
opinar lo que quiera sobre estas emociones y las lágrimas que brotan de
estos héroes, pero un gran político español lo explicó con todo detalle:
“… Una vida en que no cae una lágrima es como uno de esos desiertos en
que no cae una gota de agua. Solo engendra serpientes…”. (Emilio
Castelar. Político, periodista y literato).
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