Fuente: El Faro de Ceuta
“El 23 de noviembre, al quedar los puestos cercados por el enemigo,
el mando ordena que una sección al mando de un teniente se traslade a
liberar el puesto de Telata”
Para la concesión de la ‘Medalla Militar Individua’ se tiene que reunir
una serie de hechos relevantes, que una vez reunidos por el Mando
concluyen con la concesión, bien sea individual o colectiva.
Desgraciadamente muchos no le pueden lucir sobre su pecho por haber
caído en acción de guerra. Otros a los que le sobraban méritos, por esa
máquina de la “burocracia”, sus expedientes para el juicio
contradictorio se quedaron durmiendo en un cajón como así dijo la gloria
de las letras por más señas soldado de Infantería de Marina, “Cosas
veredes Sancho”.
Los supervivientes de la Sección Ortiz de Zarate una vez liberados.
Una sección de valientes soldados
El 23 de
noviembre, al quedar los puestos cercados por el enemigo, el mando
ordena que una sección al mando de un teniente se traslade a liberar el
puesto de Telata, cercado por el enemigo y con varios muertos y heridos.
Se ofrecen voluntarios encabezados por el teniente Antonio Ortiz de
Zarate y Sánchez de Movellan, el sargento Moncada Pujol, dos cabos 1º y
varios soldados paracaidistas, el capitán-médico José Freixas Otto y el
brigada practicante Manrique, así como los conductores de dos camiones,
un Jeep Comando y la ambulancia.
Antes de partir esta sección,
llegan el general gobernador Mariano Gómez Zamalloa y el entonces
comandante jefe de la II Bandera Paracaidista Tomas Pallas Sierra,
diciéndoles que unos compañeros suyos están sitiados, sus vidas corren
peligro y la única salvación depende de nosotros.
Las caras de
aquellos jóvenes paracaidistas reflejaban por una parte incertidumbre y
nerviosismo, pero sobrepasando lo anterior destacaba la emoción de
saber que de ellos dependía la vida de sus compañeros sitiados, no
dudando en arriesgar sus vidas por salvar la de sus compañeros, y de
ello puede dar fe tras las palabras del comandante Pallas, las que
expresó el teniente Antonio Ortiz de Zarate que así arengó a sus
paracaidistas y a sus mandos: “Entraré en Telata o en el cielo”.
Del
teniente Ortiz de Zarate poco se puede añadir a lo publicado en muchos
reportajes y artículos, pero conviene destacar la opinión del que fue su
capitán Juan Sánchez Duque que así escribió: “El teniente Ortiz de
Zarate era un militar de cuerpo y alma. A los 11 años se formaba en la
cabecera de su cama les órdenes militares y el momento más grande su
vida fue el día que juró la bandera en la Academia General Militar”.
Tras
su salida como teniente de la Academia General Militar solicita
voluntario a la Legión, siendo destinado al IV Tercio ‘Alejandro
Farnesio’ en Villa Sanjurjo, y de aquí al crearse la Agrupación de
Banderas Paracaidistas y tras realizar el correspondiente curso, se
incorpora a su unidad la II Bandera Paracaidista a la 7ª Compañía, la
que tendría el alto honor de haber saltado el primer salto paracaidista
en acción de guerra. El teniente Ortiz de Zarate era uno de esos hombres
que se hace querer y respetar. Sus paracaidistas le adoraban porque no
solo era su teniente, era para ellos un padre que siempre se preocupaba
por todas sus necesidades.
Un caso emocionante de la hermandad militar
El
teniente Ortiz de Zarate aquella madrugada del mes de noviembre de 1957
partía de Sidi Ifni con su sección compuesta por 37 paracaidistas
divididos en tres grupos de combate, cuatro conductores, un capitán
médico y un brigada ATS. Todos eran conscientes de la difícil situación
para liberar el Puesto Telata, pero a su vez ilusionados por saber que
iban a liberar a unos compañeros sitiados por el enemigo.
Un
hecho que a mi emocionó es el relato de mi gran amigo José María
Contijoch, entonces soldado de policía. Aquella madrugada se despedía de
su amigo, como él le llamaba, ‘Conti’. Al despedirse, el cabo Eugenio
Freile Hidalgo, que salía en una misión de guerra, como iban a llegar
tarde le dijo que le diría al cocinero que le guardase la cena. Como si
lo presintiese, le dijo ‘Conti’: “Creo que no podré cenar pues tengo el
presentimiento que no regresaré”. Efectivamente, cayó junto a otros
compañeros del batallón ‘Soria 9’.
El recorrido de Sidi Ifni a
Telata eran unos 30 km aproximadamente. En dicho trayecto la columna
del Teniente Ortiz de Zarate, se encontró con la carretera cortada con
piedras y troncos. Una vez despejada, continuaron la marcha, pero un
poco más adelante apareció de nuevo la carretera cortada, y aquí es
donde son atacados por fuego de fusilería, ametralladora y morteros.
También es aquí donde sufren las primeras bajas de muertos y heridos,
organizándose la sección en defensa de los puestos que tenían asignados,
todos ellos con un espíritu admirable, olvidando todas las fatigas,
enfrentándose a un enemigo superior en hombres y con mucho mejor
armamento que el obsoleto de los paracaidistas. A pesar de ello,
lucharon sin desmayo como así lo avaló con su pluma un periodista que
cubrió la información desde primera línea de fuego: “El cerco enemigo
duró nueve días. Resistieron sin agua y tenían que suplir el agua con
hojas de chumberas. ¡Terrible pero esto era la guerra! El teniente Ortiz
de Zarate se multiplicaba para atender toda nuestra seguridad. Hacía lo
que un padre con sus hijos. Un verdadero ejemplo. Lloramos como niños
ante aquel cuerpo inerte, con la seguridad que ni lo abandonamos ni los
arrebataron”. Isaias Cardasco Martin, caballero legionario paracaidista.
7ª Compañía. II Bandera. (Fernando Ors. Periodista. ‘El Alcázar’. 10 de
diciembre 1957).
Cuando un disparo segó la vida del teniente
Ortiz de Zarate, los paracaidistas alrededor de su cadáver lloraban como
niños. Había muerto no solo el jefe, algo más, el padre que cautivaba a
todos sus hombres por su gran humanidad y cariño a sus paracaidistas.
El
día 2 de diciembre, el paracaidista Vicente Llobell Ferrero empezó
gritar: “¡Ya están aquí los nuestros!”. Un tiro del enemigo le atravesó
la ingle. Efectivamente, una columna de tiradores y de la Legión, se
abrazaban con lágrimas en los ojos ante aquel puñado de héroes. Recogían
los muertos y heridos y se trasladaban a liberar el puesto de Telata.
El
texto de este periodista es más que elocuente: “Un teniente joven de 25
años resistió heroicamente junto a sus paracaidistas. Lucharon con un
alto grado de sacrificio. El general Zamalloa sobre su féretro impone la
Medalla Militar Individual”. (Ernesto Salcedo Vilches. ‘El Español’. 21
de diciembre 1957).
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